Primero hay que entender cómo funcionan las estructuras dramáticas. Según María de Lourdes López Gutiérrez y María Teresa Nicolás Gavilán en su texto “El análisis de series de televisión: construcción de un modelo interdisciplinario”, hay tres componentes en todo relato televisivo: la confrontación (el nudo o problema que debe enfrentar el protagonista), el desarrollo (en el que se presentan subtramas y arcos dramáticos de personajes) y el desenlace (donde se demuestra una mejoría o un deterioro de la situación inicial). Estos tres elementos pueden ser conocidos como Actos y pueden llevar a un final epifánico (anunciado, cerrado) o abierto (indeterminado, ambiguo).
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La mayor parte de los programas de televisión que consumimos son unitarios (cada capítulo tiene sus tres actos) o antológicos (toda la serie o temporada tiene sus tres actos). Aunque en la T.V. brillan mucho más las construcciones antológicas, ya que no está la necesidad de ver todos los capítulos de corrido para entenderlas sino que se puede disfrutar de cada capítulo por separado y sin un orden establecido. Así si tengo tareas o decido salir al parque a jugar con mis amigos, puedo perderme el capítulo del miércoles y seguir el jueves con toda la calma del mundo.
Aunque las series antológicas fueran pocas, tienen un componente crucial: la construcción de personajes. Los arcos dramáticos de cada personaje se pueden desarrollar a niveles en que las series antológicas no llegan ni a imaginar. Un ejemplo perfecto es ‘Avatar: La Leyenda de Aang’, uno logra ver el cambio en cada uno de los personajes, cómo crecen, maduran, aprenden e incluso se redimen. Son formatos más exigentes con su audiencia pero que permiten contar historias mucho más elaboradas y mostrar personajes que aprenden de sus errores.
En series unitarias como ‘Los Padrinos Mágicos’, se le dan las herramientas al espectador para que conozca a los personajes y logre llegar a entender de manera sencilla cómo van a afrontar el conflicto, pero no hay desarrollo de personajes. Cosmo no se hace más inteligente, Wanda no se hace menos estricta, Timmy no deja de ser el culpable de la mayor parte de los conflictos de la serie, sus padres siguen siendo despreocupados y Vicky no deja de ser malvada. Es un formato que funciona, no hay progresión de personajes, pero sigue siendo entretenido y dejando una que otra enseñanza importante en el camino.
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Para entender mejor la construcción de personajes, las autoras citan a McKee en lo que él denomina “True Character”, o el verdadero corazón el personaje que se revela cuando este toma decisiones bajo presión, a mayor presión, mayor será la fidelidad de la decisión a la verdadera naturaleza del personaje. Las decisiones de un personaje pueden ser consecuentes (van en el mismo sentido y generan algo estable) y disruptivas (que originan un cambio, no son consecuentes con decisiones anteriores).
Es aquí cuando aparece la metanoia que viene del griego e implica “una situación en que en un trayecto ha tenido que volverse del camino en que se andaba y tomar otra dirección”. Joseph Campbell en su texto “El héroe de las mil caras” habla de tres etapas en el concepto de “el viaje del héroe”: partida, iniciación y regreso. Ahí el autor ya se dedica a la construcción del arco dramático del personaje.
Es por eso que es importante tener en cuenta el contenido que consumimos al crecer. En los últimos 10 años empezamos la construcción de nuestra personalidad y la búsqueda del “yo”, de eso que me diferencia de los demás, y ahí juega un papel crucial todo lo que vemos, tanto en la T.V. como en el colegio, la calle y la casa.
En muchos casos pudimos apropiar comportamientos, ideas, discursos o modelos dañinos para nosotros o para los demás y esos comportamientos pueden seguir con nosotros hasta hoy. Quién sabe cuántas estigmatizaciones y antivalores fueron retenidos y reproducidos por las cosas que veíamos en la T.V. y en la vida.